La selección española cae en los octavos de final del Mundial frente a Venezuela, que saca a la luz todas las carencias de una selección que está a años luz de lo que fue y que sella su peor actuación en treinta y cinco años (Foto: FIFA).
Batacazo histórico el que ha sufrido España en un Mundial de Uzbekistán que ha acabado convirtiéndose en una pesadilla. El ridículo mostrado en los octavos de final frente a Venezuela es uno de los capítulos más negros de la historia de una selección que fue una potencia mundial y que ahora mismo está muy lejos de serlo. Tras veinte años sin ganar un Mundial, doce años sin pisar unas semifinales mundialistas y ocho sin ser campeón de Europa, la selección española dirigida en estos últimos seis años por Fede Vidal cierra una era de sequía tocando fondo donde más duele: en el primer cruce de las eliminatorias mundialistas ante ojos de todo el mundo.
Y lo peor de todo es que cayó merecidamente. Venezuela llegaba a la cita como la peor tercera de las cuatro que accedían a los octavos y después de perder 7-1 contra Irán y 7-3 ante Francia. Una simple victoria en la última jornada frente a Guatemala, también por 7-3, posibilitó a la vinotinto estar entre las dieciséis mejores selecciones del Mundial de Uzbekistán, en donde le ha dado una bofetada de realidad no solo a la selección española, sino a todo el fútbol sala nacional. Todo el mundo sabía que España no es lo que era, ni que podía aspirar realmente al título, pero de ahí a lo visto en el Complejo Deportivo Universal de Andiyán hay un mundo.
Desde el primer momento se vio a una España que no estaba cómoda, al contrario que su rival, que situada en media cancha aprovechaba la inoperancia ofensiva de los de Fede Vidal para ir creciendo en confianza y, de vez en cuando, aprovechar para intentar llegar a la portería de Jesús Herrero, que fue el protagonista del 0-1 en el minuto 13 cuando no acertó a despejar en una mala salida el pase largo del meta de Venezuela, José Villalobos, que -además de serlo por sus paradas- se convertía en el protagonista goleador del duelo. De ahí al descanso, los españoles lo intentaron, siempre con más corazón que cabeza, pero el resultado si no se movió hasta la segunda mitad fue por la falta de acierto de Víctor Carreño, que tuvo dos ocasiones clarísimas para haber hecho el 0-2 antes del intermedio.
Tras el paso por vestuarios, poco cambió en el partido. Jesús Viamonte volvió a perdonar y acto seguido, en el minuto 24, Raúl Gómez aprovechaba una gran jugada individual de Cortés para hacer el 1-1 que parecía calmar las aguas. Pero nada más lejos de la realidad. A pesar de que fueron los únicos momentos decentes de España en la eliminatoria, la selección no era capaz no ya de marcar, ni siquiera de crear ocasiones de gol. Entre la escasez, Adolfo tuvo una muy buena para haber hecho girar la historia. No acertó, como tampoco lo hizo Carlos Sanz en un primer momento, cuando una gran contra de toda la selección de Romero estuvo a punto de convertirse en el 1-2 a poco menos de cinco minutos del final.
Visto lo visto, quizás eso hubiera sido lo mejor que le podía haber pasado a España. Al menos, hubiera tenido algo más de margen para reaccionar, ya que el aviso se convirtió en realidad a ochenta y tres segundos de que se llegara a la prórroga. El propio Carlos Sanz, con una volea desde media distancia, establecía el 1-2 ante una España que evidenció que si no había tenido soluciones durante treinta y nueve minutos, no las iba a tener en el último minuto, cuando ya a la desesperada Catela se situó como portero-jugador. España no funcionó tampoco ahí y solo pudo ver en primera persona como la falta de acierto venezolana evitó que el resultado fuera aún más sonrojante.